Ana y un grupo de amigos decidieron hacer una acampada en un bosque alejado, famoso por su belleza natural, pero también por las historias que giraban en torno a él. Aunque algunos de sus amigos bromeaban sobre los "espíritus del bosque", Ana no le prestó demasiada atención... hasta que la primera noche algo extraño sucedió.
Eran las 2 de la madrugada cuando Ana se despertó al oír un extraño sonido. Era un susurro que provenía desde el bosque, pero no era un susurro común. Parecía un canto, algo inquietante y melancólico. Pensó que era el viento o algún animal, pero cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que sus amigos también lo escuchaban, todos con la misma expresión de pánico.
Uno de los chicos del grupo decidió investigar y, armado con una linterna, se internó en el bosque para descubrir el origen del sonido. Pasaron minutos interminables hasta que finalmente regresó, pero algo no estaba bien. Su rostro estaba pálido, y no pronunció una sola palabra. Esa misma noche, Ana vio lo que parecía ser una figura entre los árboles, una sombra que se movía rápidamente, como si los estuviera vigilando.
A la mañana siguiente, al contarle a los lugareños lo que habían vivido, un anciano les explicó que esa zona del bosque estaba maldita. Años atrás, un grupo de jóvenes desapareció misteriosamente en ese lugar, y desde entonces, muchos afirman haber escuchado los mismos cantos por las noches. Aunque algunos del grupo querían quedarse, Ana convenció a todos de marcharse lo antes posible.
Hasta el día de hoy, Ana no ha vuelto a acampar en ese lugar, y cada vez que piensa en lo ocurrido, se pregunta si los espíritus de aquellos jóvenes todavía vagan por ese bosque.
Eran las 2 de la madrugada cuando Ana se despertó al oír un extraño sonido. Era un susurro que provenía desde el bosque, pero no era un susurro común. Parecía un canto, algo inquietante y melancólico. Pensó que era el viento o algún animal, pero cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que sus amigos también lo escuchaban, todos con la misma expresión de pánico.
Uno de los chicos del grupo decidió investigar y, armado con una linterna, se internó en el bosque para descubrir el origen del sonido. Pasaron minutos interminables hasta que finalmente regresó, pero algo no estaba bien. Su rostro estaba pálido, y no pronunció una sola palabra. Esa misma noche, Ana vio lo que parecía ser una figura entre los árboles, una sombra que se movía rápidamente, como si los estuviera vigilando.
A la mañana siguiente, al contarle a los lugareños lo que habían vivido, un anciano les explicó que esa zona del bosque estaba maldita. Años atrás, un grupo de jóvenes desapareció misteriosamente en ese lugar, y desde entonces, muchos afirman haber escuchado los mismos cantos por las noches. Aunque algunos del grupo querían quedarse, Ana convenció a todos de marcharse lo antes posible.
Hasta el día de hoy, Ana no ha vuelto a acampar en ese lugar, y cada vez que piensa en lo ocurrido, se pregunta si los espíritus de aquellos jóvenes todavía vagan por ese bosque.
